- Aylan, Heidy no ha llegado.
Abrí los ojos, mire a mi tía. No entendía bien sus palabras. Quizás por la manera en que desperté, quizás porque dormí muy poco.
- Y no ha llamado?
- No – el rostro de mi tía delataba una noche terrible.
Me levante y camine hacia el baño – ok – le respondí mientras salía de la habitación. Mientras me cepillaba, mi cerebro parecía habituarse a la luz y al cambio de estado. Ahora parecía analizar las palabras “Heidy no ha llegado” y ha relacionarla con un hecho real. Mi hermana debía llegar en la madrugada, pues le tocaba el turno de noche en Hard Rock, pero nunca pasaba de las 2:30 am. Mi corazón parecía enterarse de la noticia. Luego de haberme cambiado, Salí a la sala. Allí mis tías permanecían sentadas, el silencio parecía haberlas esclavizado.
- Aun no ha llegado? – mi cerebro había terminado de rechazar la idea mientras me bañaba.
- No, tú tienes el teléfono de Hard Rock? – me respondió mi tía Albania.
- Ella no le haría eso a Ethan, hay que llamar a Suling (su amiga) – respondió mi tía Aracelis.
- No tengo el numero de ningún de los dos lados, veré que encuentro en su cuarto – encontré el numero de la tienda, pero no hubo respuesta.
- No lo cogen? – Pregunto T. Albania
- No, no lo cogen.
- Llama a Kwan (mi mejor amigo) quizás el tanga el teléfono de Suling.
Eran las 7:00 am lo llame:
- Que hay Aylan.
- Bien y tu – aunque trate, mi voz ya sonaba a que comenzaba a aceptar la noticia.
- Bien.
- Dame el teléfono de Suling por fa.
- Déjame ver si lo tengo. Unjuunju, si aquí esta.
- Gracias men, cuídate – cerré tan pronto como pude y llame a Suling
Sonó unas cuatro veces, a la quinta apareció una voz que parecía desprendida de un gran letargo. – Aloooo, quien es?
- Hola Suling es Aylan. Tú sabes algo de Heidy.
- No, porque?
- Ella no vino anoche, y no la encuentro.
- Como es eso? – su voz pareció tomar vida – desde anoche?
- Y Frank (novio de Suling y compañero de trabajo de ambas), no le toco anoche?
- No, esta libre. Llámala a Hard Rock (me dio el #) y avísame tan pronto sepas algo.
- Bye.
Fui a mi habitación, y la noticia de que Heidy estaba desaparecida ya era una realidad. Sentí un gran golpe en el pecho. Mi fax y la guía telefónica que la anoche provoco que le deseara hasta el mal de que se iba a morir por haberlos dejado tirado en el piso. Pensé en la mano irónica que escribe el destino del hombre. Ayer maldecía su egoísmo y su amargura. Hoy daría mi brazo derecho por tener su presencia.
Subí a la azotea con el espantoso temor de que la hubieran atracado y dejado tirada allá arriba, por un momento la garra que apretaba mi corazón tomo un descanso. Pronto volvió con más ímpetu. Baje y camine hasta la esquina. Miraba cada taxi, cada carro que pasaba y deseaba con todas mis fuerzas que alguno se pararía ella se desmontara con su carita de yo no fui y me dijera:
- Hola, como estas.
Jure por las primeras lagrimas que recorrieron mis mejillas que no le pelearía, jure que sonreiría, de daría las gracias por volver y le diría cuanto la quería. Mi deseo quedo insatisfecho y volví a subir. T. Albania llamo a su trabajo y dijo que su niña no parecía, que no iba a ir. Su amiga estrallo en llanto. Y fueron los primeros abiertos en la casa. Pues mi tía no aguanto más. Al cerrar le pedí que llamara a mi papa y se lo contara. Mientras salía al balcón escuchaba a mi T. aracelis decirle – “No llores, piensa en lo mejor”.
En el balcón mire al cielo y mi cuerpo se estremeció al recibir el primer pensamiento de la muerte. Mi tía se detuvo en la puerta del balcón y me dijo que me fuera a trabajar, que siendo nuevo era imprudente faltar.
- Que dijo Silvio? (mi papa)
- Que esta bien, que el le dijo que no trabaje allí (así como no queremos saber el uno del otro, nos parecemos tanto. Cuando su cerebro asimilo la idea, llamo para comenzar la búsqueda) no lo necesitamos. Pero vete mi hijo, es tarde.
Fui a la cocina, tome tres servilletas. Cargue mis bultos y Salí. Mientras caminaba vino a mí la idea acerca de que pensaría si le pasara esto a algún conocido. A mi mente llegaría la idea inmediata de que todo ocurre por una razón y que todo obra para bien. Pero el dolor en mi era grande. En mi mente se libraba una sangrienta batalla entre el dolor y la contundente conciencia de que los pensamientos son cosas y que debía pensar en positivo. En un momento hubo una efímera tregua, las lágrimas se escurrían en silencio. Había caminado dos cuadras y llego a mí la idea del futuro. Pensé que escribiría en el blog su muerte y me entregaría al dolor. Con el tiempo me repondría, pero ahora solo quería entregarme al deseo de que la muerte también me lleve en su regazo. Estralle en un llanto sonoro y pareció que se rompía una gran represa en mi. Me detuve un momento, baje la cabeza, no veía nada. Pensé que tendría una razón valida para triunfar en la vida, y que todos mis esfuerzos se los dedicaría a ella. Jure que escribiría esta experiencia. Me vi en la puesta de circulación de “El Hijo del Verano” (Un libro que ella quería escribir) y como las lagrimas no me dejarían hablar. Mi llanto no cesaba. Pensé en cuanto la quería y nunca ya podría decírselo, pensé en las entupidas discusiones, como la ultima ve que la vi (la noche anterior), lo ultimo que hicimos fue pelear por el Internet (herimos a los seres tan importantes, por tan diminutas estupideces). Me tuve que volver a detener. Levante la cabeza y respire un poco de esperanza – Ya pronto aparcera – me dije.
Cuando llegue a la calle del trabajo, recordé la muerte de mi abuela (mi madre, pues me crió desde los 6 meses). Como mientras iba de camino a buscar a mi mama para ir juntos a la clínica, me repetía que ella se mejoraría, que pronto estaría bien. Y cuando llegue ya había muerto. Estralle de nuevo en llanto y tomando fuerzas de donde no tenia rece un padre nuestro. Moví a tomar fuerzas, ponche mi tarjeta en la entrada y fui a la oficina. Me senté en la puerta a esperar que abrieran. Recordé todo lo aprendido en el camino de la luz y clame al Dios vivo. Saque de mi bulto el librito azul de Cony Méndez y dije en voz alta:
“Yo deseo que Heidy vuelva sana y salva. En armonía para todo el mundo y de acuerdo a la voluntad divina. Bajo la gracia y de manera perfecta. En nombre de tu hijo Jesús, Gracias Padre que ya me oíste”
Llego el gerente general, me seque las lagrimas, y entre. Prendí la computadora y Salí a verán trabajo que había mandado a arreglar el día anterior. Fui, lo inspeccione, estaba bien. Pero no quería nada, entregarme al dolor, salir, huir. Volví a la oficina, llame a la casa y mi tía tomo el teléfono.
- Buenas – se distinguía la voz turbia y funesta.
- tía, es aylan.
Mi tía estrello en un llanto desgarrador, mi corazón se detuvo de golpe. Todo el dolor del mundo atravesó mi corazón, quise desaparecer, esfumarme, morir. Mi garganta parecía trabada con una gran roca en su centro, mis ojos arañados. Entre lágrimas escuche decir:
- Ya llego.
La respiración se me detuvo de golpe.
- Hola Aylan – era su voz, tan dulce como nunca. Solté el teléfono y llore como un niño. No se por cuanto tiempo. Tome el teléfono y le dije:
- Gracias por haber vuelto, te quiero mucho – cerré el teléfono, Salí y me tire al suelo, oculto entre varios fulgores. Di gracias a Dios en voz alta, lo alabe durante un largo tiempo. Gracias a El, aun mi vida esta completa.
Aylan E. Pérez