jueves, julio 20, 2006

Tierra, Aire, Agua, Fuego, Espíritu.

El caminante, durante años, había recorrido todo el mundo más de una vez en busca de la verdad. Había visto nacer y morir imperios con la misma facilidad con que el cielo se torna rosa al salir y ocultarse el sol, pero nunca veía en ellos el más mínimo vestigio de la verdad. Un día, se detuvo frente a una fuente y la observo sin apartar un solo momento su alma y su mente. Cuando el viento tenue anuncio la noche, cayó de rodillas y dijo:

“Padre perdónanos por dedicar nuestra vida a buscar la verdad y no a practicarla, pues todos la conocemos, ya que la sembraste en nuestros corazones, solo hace falta escucharlos. Perdónanos por esperar el bien y el amor de nuestro prójimo y no dárselos. Perdónanos por permitir ver el mal y no enfrentarlo. Perdónanos por no tener fe en ti y en nosotros y no luchar por nuestros sueños, por cualquier fracaso del camino y critica del extranjero. Perdónanos por buscar en nuestra pareja un remedio a la soledad, saciar un deseo, lo externo, sus títulos y propiedades, los que nos dictan las reglas del aparentar; en vez de buscar el compañer@ que nos indica las mariposas en el estomago y los saltos del corazón. Perdónanos por medir a los demás por lo que tienen y no por su real valor. Gracias padre por haberme escuchado. Amen”.

Desde ese momento el caminante partió a practicar lo que había buscado.



Alguien.