miércoles, septiembre 27, 2006

Tierra, Aire, Agua, Fuego, Espiritu

Del Otro Lado del Espejo

Los tiernos rayos del sol de invierno, acariciaban los rostros de los niños, las mujeres, los hombres y los animales que conformaban la multitud. El verdor uniforme de la planicie, solo era interrumpido por la pequeña elevación en la que se encontraba el caminante. Abrió los ojos y vio en los niños y en los humildes al verdadero pueblo. Una lágrima perdida nublo su vista, mas no impidió que interrumpiera el suave silencio leyendo:

“El caminante, durante años, había recorrido todo el mundo más de una vez en busca de la verdad. Había visto nacer y morir imperios con la misma facilidad con que el cielo se torna rosa al salir y ocultarse el sol, pero nunca veía en ellos el más mínimo vestigio de la verdad. Un día, se detuvo frente a una fuente y la observo sin apartar un solo momento su alma y su mente. Cuando el viento tenue anuncio la noche, cayó de rodillas y dijo:

“Padre perdónanos por dedicar nuestra vida a buscar la verdad y no a practicarla, pues todos la conocemos, ya que la sembraste en nuestros corazones solo hace falta escucharlos. Perdónanos por esperar el bien y el amor de nuestro prójimo y no dárselos. Perdónanos por permitir ver el mal y no enfrentarlo. Perdónanos por no tener fe en ti y en nosotros, por no luchar por nuestros sueños, por cualquier fracaso del camino y critica del extranjero. Perdónanos por buscar en nuestra pareja un remedio a la soledad, saciar un deseo, lo externo, sus títulos y propiedades, los que nos dictan las reglas del aparentar; en vez de buscar el compañer@ que nos indica las mariposas en el estomago y los saltos del corazón. Perdónanos por medir a los demás por lo que tienen y no por su real valor. Gracias padre por haberme escuchado.
Amen”.

Al terminar, no hubieron aplausos, ni jubilo, no hubo reconocimiento, ni inmortales retratos, faltaron las condecoraciones y los brindis de la grandeza. Solo permaneció reinante el suave silencio; mientras todos partían a permitir que el caminante que llevan dentro, cumpliese su misión.

Alguien.

jueves, septiembre 21, 2006

Karma-Dharma

Una gota de sudor nublo su vista. El silencio en palacio, era un anuncio silente de que se esfumaba la madrugada. Paso su antebrazo por su frente, maldijo el calor de las llamas y a los que dormían embriagados de placer.

De pronto, una ráfaga de viento irrumpió al centro de la tienda, la fragua acuño un pasajero rojo intenso. Tomo la piedra, e inicio el ritual de la exaltación de la hoja. Con extremo cuidado froto el metal. Tras cada embestida, impregnaba el brillo, signo de orgullo indiscutible de la casa. El maestro confiaba en el, de no ser así, no había dejado en sus manos la terminación de la espada que debería estar en la cintura del emperador al amanecer. El silencio se volvía cada vez mas abismar, y solo era interrumpido por el ligero roce aplicado a la hoja. Unas nubes más oscuras que la noche misma, ocultaban una luna llena, radiante, intensa, inmensa y carente de su embrujante esplendor hipnotizador.

Suspiro al cargar su mente con las imágenes de las doncellas de la corte, pero casi arruina la firma del doyo, al recordar que todas debían estar embriagadas y agotadas por las embestidas de algún asqueroso noble. Volvió en si para dar los últimos toques cuando las primeras gotas de la tormenta caían sobre el cuero de la carpa. Coloco la espada en el estuche, observo el diminuto espacio, al fondo la fragua siempre encendida, el taburete de los instrumentos, el banco de trabajo y las almohadas para los forjadores.

Desde niño, había creído que la jerarquía del mundo estaba mal distribuida, pues los que construían los reinos, los que sembraban el campo, los que blandían y construían las espadas eran los últimos en importancia. La ira recorrió cada órgano de su cuerpo, salio encolerizado, las gotas parecían evadir su presencia. Se detuvo frente a un gran charco y quedo atónito al ver su imagen de rodillas mientras el emperador le nombraba caballero, con la misma espada que recién terminaba. Sonrió y cambio su porte por uno de los que solía observar en los nobles. Vio el cielo radiante, cargados de blancas nubes con formas de dragones ancestrales, el viento bajo de súbito y le pago tributo a su grandeza, el pelo danzo suspendido en el aire, mientras todas las doncellas secreteaban. Se detuvo la actividad de la ciudad, los carros, los comerciantes, la plebe, todos le saludaban y reverenciaban. Vio una gran luz que venia hacia el, le parecía que hasta los Dioses le recompensarían por tan hermosa obra de arte, la luz le cubrió y se despertó con un sobre salto. Un rayo había caído no muy lejos y el impacto lo arrojo varios brazos. Su maestro lo llevaba hasta el interior de la tienda.

- tu sonrisa delata dulces sueños, en medio de grandes peligros.

- si maestro, tuve un buen sueño.

Durante largo rato, el maestro observo la espada, las giro dos veces.

- Es una hermosa marca, sin duda tu sueño estaba guiado por ella. El emperador estará feliz de saber que un discípulo de la casa hizo tan hermosa espada.

- Gracias maestro. – hizo un profunda reverencia.

La inspección de la escuela inicio a las once de la mañana, el emperador recorrió todas las carpas y el doyo principal. Al final El maestro y su Discípulo le esperaban con la espada como presente. El emperador llego ante ellos, rodeado de majestuosos samuráis y soñolientos nobles.

- Majestad, acepte este humilde obsequio, forjado por el mas sobresaliente de mis discípulos.

El emperador tomo la espada, el cielo lucia radiante, cargado de blancas nubes con formas de dragones ancestrales, el viento bajo de súbito y el pelo del alumno danzo suspendido en el aire a la vez que sus ojos brillaban hasta el momento clave que había visto en sus sueños.

- Es una hermosa arma – El emperador sonreía y ante tan hermosa muestra de la inspiración humana – y su inscripción es una verdadera obra de arte. Sin duda su Discípulo será un gran maestro algún día.

Se marcho al decirlo, detrás le seguían los majestuosos samuráis y los soñolientos nobles.


Alguien.


Del otro lado del espejo.

Al fin arribaba al momento que había anhelado desde la rotura de sus sueños. El campo de batalla era inmenso. El sol brillaba en su armadura, por fin era libre y como si el cielo no fuera lo suficientemente bueno, frente a el estaba la oportunidad de ajusticiar al emperador insensato, que osó a desafiar el deseo que los Dioses le habían transmitido a través del rayo que ilumino aquella noche de tormenta, ya olvidada.

La batalla fue brutal, conocía el arte de las espadas, de su construcción aprendió en sus primeros años, hasta q abandono su aprendizaje siendo el más sobresaliente de los discípulos y en sus años de mercenario aprendió los misterios de la guerra. Era todo un temor en los campos de batalla, y esta vez se abría paso a través del campo. Lo vio, era la oportunidad perfecta, corrió hasta el, la mitad de su circulo de protección real cayo ante el filo de su espada, el Emperador giro bruscamente y solo logro interponer su espada ante el avance bestial de su atacante.

Mientras su espada caía echa añicos, justo antes de cerrar los ojos, logro observar la marca del doyo que en una noche olvidada había forjado.

El emperador extasiado por la victoria ante el último de sus enemigos, paso directamente ante el maestro de la escuela de forjadores:

- Maestro, Maestro, vengo a condecorar, es mas, a hacer noble de ni corte al discípulo que forjo la espada que hoy a salvado mi vida.

El maestro apenado, respondió:

- Lo siento emperador, hace tiempo aquel discípulo abandono la escuela.

El emperador marcho triste, sin entender por que, mientras todas las doncellas secreteaban. Se había detenido toda la actividad de la ciudad, los carros, los comerciantes, la plebe, todos le saludaban al emperador y le reverenciaban.


Alguien.

jueves, septiembre 14, 2006

Ayer

Ayer,
Mientras caminaba por alguna avenida
Vi como las sombras advertidas
Cobraban cuentas en mi corazón.
Saque balance y todo apuntaba
Que la ultima esperanza
Yacía en el pavimento vertida
Las razones para el dolor y los sufrimientos
Habían rebozado la balanza
Y que la luz,
Era la fantasía de algún niño olvidado.
Mientras las culpas, el olvido y las mil muertes
Habían cobrado la vida de los que ya no ven.
Entonces cuando ya mi alma caía,
El redoble de tambores rompió el vació,
Las aves surcaron los cielos y donde solo había sombras
Reino la luz
Detrás, marchando gloriosos
Los guerreros de las tierras de Airgela
Traían sus altos estandartes;
Entre la estampida del dolor,
Distinguí a Adria6, Fuerte tal reina
Lunática y Demetrix; feroces guerreros
Alberto conduciendo la infantería
Bell y Yde al frente de la caballería,
Gienette, con los sabios de la luz
Y Sheyll con los hermosos Elfos (bien cabida allí)

Hoy aun no del todo sanadas mis heridas;
Les entrego mi mayor Luz, mis letras:

Alguien.

miércoles, septiembre 06, 2006

Melancolia y Otros Sueños de Antaño

Una noche, un rayo de sol se poso al lado del caminante y le dijo:

- Los humanos ya no nos necesitan.

Consternado y preocupado le respondió:

- Eres la razón de levantarnos cada mañana, nos despiertas acariciándonos el rostro y al ungirnos con brisa fresca, construyes sonrisas en nuestros labios, cada mañana, cada dia.

- Pero nadie me lo dice.

- Los humanos no solemos expresar nuestros buenos sentimientos, mas en cambio, cuando faltas todos claman por ti.

- Quizás despertarlos y causar sonrisas no sea suficiente, tengo muy poco que dar.

- Eres mucho mas que eso, eres quien nos da calor, quien permite la vida de las plantas y los animales, nos provees alimento, vitalidad, razones para vivir, iluminas el rostro de los amantes mientras entregan el corazón y el alma. Aun crees que das muy poco.

El rayo de sol rompió en llanto, y para sorpresa del caminante, comenzó a cambiar y una gran luz le segó. Cuando recobro la vista, ya no tenía frente a el un simple rayo de sol, tenía a la Ternura. Contuvo el llanto y le dijo:

- Todo lo que mencionaste es la misión que el creador me asigno y a pesar de haberla cumplido, los humanos me cambian por la belleza externa, el tener, el poder, el vació. Siento que soy el mayor fracaso entre las virtudes.

En ese momento el caminante también estallo en llanto al ver como hemos cambiado las verdaderas virtudes, las cosas realmente importantes por cosas insignificantes; y entendió parte del vació del mundo, como el Amor ha sido sustituido por lo que establece el aparentar.
El final feliz de esta historia queda pendiente, hasta que pueda utilizar toda la ternura, el cariño, la dulzura, el amor, que ese rayo de sol sembró en el caminante.



Alguien.